“El huevo es una cosa que necesita cuidarse. Por eso la gallina es el disfraz del huevo. Para que el huevo atraviese los tiempos, la gallina existe.”
Clarice Lispector, El huevo y la gallina Con el año nuevo y la segunda luna llena del año me he puesto a pensar en muchas cosas. Sin duda que una de ellas es el precio de los huevos. Por eso, he compartido una frase de uno de mis cuentos favoritos de Clarice Lispector. Sea por la gripe aviar o por los continuos aumentos en el precio de vida, el costo de los huevos es algo que no ha pasado desapercibido para mí. Y, tengo que decir, que aunque me he reído muchísimo con los memes de que los ricos se reconocen por la cantidad de huevos o de gallinas, también me pregunto cuánto de tragedia real, histeria colectiva o crisis existencial está pasando aquí. No hay duda de que un día eres joven y al otro día los huevos están caros. Del tema de los huevos inevitablemente paso a los teléfonos, porque en estos días encontré un teléfono viejo y recordé cuando hacía llamadas “collect”, esas que le cobraban al receptor de la llamada. Recordé a mi abuela, y cómo, alrededor de ella todo era abundancia. No importaba si yo estaba pelá, si me hacían falta huevos yo no tenía ningún problema. Ese teléfono viejo también me recordó una frase que escuchaba con cierta frecuencia y era algo así: todo está hecho, todo está inventado. Entonces, terminé pensando en la inteligencia artificial a raíz de un viaje en el tiempo con tono post modernista donde todo estaba inventado y comienzo a preguntarme por los retos de esta “nueva” inteligencia que amenaza nuestras labores creativas. Este tema tiene muchas posibilidades de discusión. Voy a decirte un poquito de lo que pienso yo. La inteligencia artificial es una tecnología en la cual los algoritmos intentan imitar la conducta o proceso de pensamiento del ser humano. Me parece que en este mundo en el cual habitamos, vivir sin la tecnología es algo retante. Se me hace muy difícil encontrar el punto preciso donde podemos o no utilizar la tecnología para nuestras actividades creativas o cotidianas. Nos comunicamos a través de teléfonos y muchas veces compartimos nuestros datos en plataformas que tienen el potencial de llevarnos a cualquier parte del mundo. La inteligencia artificial no deja de ser un retrato o continuidad del cerebro humano y aunque si bien es cierto que crear el arte no surge de crear texto en un generador de imágenes artificiales, también es cierto que alteramos fotos y textos utilizando aplicaciones tecnológicas de manera voluntaria y entramos en muchas dinámicas que permiten a la tecnología copiar o modelar nuestras acciones. ¿Dónde está el balance del uso actual de la tecnología? A mí siempre me da con pensar en los sentimientos. Recuerdo una clase de historia en la escuela en la que se definió la historia como los hechos de la humanidad. Para mí eso de los hechos no me convencía. Yo decía que no todo eran hechos, que también estaban los sentimientos. El debate se resolvió diciendo que solo eran los hechos. Para mí, estaba claro que los sentimientos también estaban de por medio en la historia, lo que pasaba era que los sentimientos tomados en cuenta eran los de otros y no los míos, o mejor dicho, no los afines a mí. Esta anécdota vino a mis recuerdos porque las cosas siempre dependen del cristal con que se miran. Y la historia nos muestra con frecuencia comportamientos antiéticos. Entonces, llega otra preocupación al respecto. Me pregunto: ¿existe la regulación o consideración ética con respecto a la inteligencia artificial? ¿Tenemos alguna medida que pueda servir de balanza en algún caso en el cual la inteligencia artificial afecte al ser humano? Es importante considerar cómo se afectan otras personas y seres vivos con nuestras acciones. Creo que es importante considerar lo mismo con respecto a la inteligencia artificial. Un tema que se me parece mucho a esto es el de la utilización de células madre, la manipulación genética y la capacidad/posibilidad de crear desde tejidos y órganos hasta un ser vivo completo. La tecnología avanza. Nada es absoluto y todo tiene múltiples aspectos a considerar, pero definitivamente los seres humanos tenemos algo o mucho que ver en los resultados. La inteligencia artificial parece que propone que estemos más conscientes de aquello que hacemos y para terminar con este breve escrito, me parece que hay muchas fórmulas en el arte. Creo que son válidas para aprender, pero hay tantas cosas por crear. Hay que sacar el arte de las fórmulas. Y las fórmulas del arte. Arrebatárselo. Y ponerle más sentimiento. Y darle más libertad. El teléfono postmodernista no me ha comprado nunca ni un huevo. Ni las fórmulas. Ni la historia. Ni la inteligencia artificial. Pero tal vez, pensando un pensamiento a la vez, la inteligencia artificial a la cual le tengo menos cuidado que a la brutalidad orgánica, nos puede servir de gallina para que los huevos, literales o simbólicos, viajen en el tiempo y no cuesten nada. Gracias por leer, Te leo en los comentarios, Sarah Rubí
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Sarah Rubí - EscritoraSoy una secuencia de ADN con tendencia a vivir. Archivos
Febrero 2023
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