Desde que tengo recuerdos me gusta escribir. Recuerdo el placer de escribir en un papel, plasmar símbolos que tuvieran un impacto. El hecho de percibir la fricción del lápiz, el sonido, el movimiento ya me encantaba como un hechizo. A eso se le añadió el sentimiento y jamás he podido recuperarme de escribir. El asunto que me trae a este escrito es que en estos días en que la polémica de la ciencia toca mis pensamientos y mi identidad dual, en la cual existo como una criatura científica y creativa simultáneamente, recordé una anécdota que quiero compartir contigo. Cuando hice mi práctica como interna en un hospital en México, recuerdo que escribía mis notas médicas con mucha dedicación. Recuerdo que me sentaba frente a la máquina de escribir y creaba la historia del problema, queja, enfermedad de mi paciente. No escatimaba en cantidad de palabras. Con frecuencia necesitaba más hojas para explicar el dolor, el malestar, la incomodidad de aquello que mi paciente no podía tolerar. Entonces, un día, probablemente un domingo soleado, en Guadalajara, Jalisco, México, en la sala de emergencias, llegó un respetado y simpático pediatra, y cuando buscó mis notas médicas, las leyó con una sonrisa enigmática en sus labios. Leyó mis notas como se lee un libro, con ese interés, con esa inmersión en la que los ojos del que lee se introducen en las palabras y penetran la hoja de papel. La sonrisa del doctor cambió varias veces. Yo le observaba callada porque las notas médicas de una interna van creando una idea del diagnóstico del paciente, pero también representan quien eres, qué importancia le das a lo que te cuenta el que se queja. Finalmente, el doctor levantó la mirada y pronunció algunas palabras: —¿Quién escribió esta nota? Adelanté mis pasos porque si algo bueno que tengo que decir de mí es que siempre doy cara. —La escribí yo doctor. Él sonrió una vez más y me preguntó: —¿Y tú, eres doctora o novelista? ¿Estas son notas médicas o una novela? Mostró el papel a todos lados para que otros fueran testigos de la longitud de mi explicación. Entonces, pensé que la respuesta era obvia y no recuerdo que respondí. Pero hoy, pensando en todo lo que me ha pasado y lo que he vivido. Pensando en lo que amo y lo que sé hacer. Pensando en las posibilidades de mis intereses, con el mismo aplomo de dar cara, afirmo hoy, que son las dos. ¿Notas médicas o novela? Las dos. ¿Doctora o novelista? Las dos. Que nadie limite lo que eres. Eres todo lo que quieras ser. Eres todo lo que eres. Gracias por leerme, Sarah Rubí
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Sarah Rubí - EscritoraSoy una secuencia de ADN con tendencia a vivir. Archivos
Febrero 2023
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